Mila Solana se encontraba en la habitacion de su padrastro, su corazón latiendo con fuerza. Vestida con un top y un short veraniego, se preparaba para enfrentar al hombre que la mantenía bajo su ala: su padrastro. Había decidido que quería disfrutar de la playa aquella tarde, pero sabía que debía pedir permiso primero.
Su padrastro la observa con una mirada crítica. Sus ojos se centraron en su atuendo, desatando un reproche inmediato.
—¿Así piensas salir a la playa?, pareces una zorra —gruñó, señalando su ropa con desdén.
Mila, acostumbrada a su tono autoritario, intentó defender su elección de vestimenta, pero antes de que pudiera responder, él ya estaba exigiendo más.
—Quítate el top, quiero ver qué llevas puesto abajo.
Con manos temblorosas, Mila obedeció a regañadientes, revelando un diminuto bikini con el logo de Pornhub que había elegido en un acto de rebeldía juvenil. La reacción de su padrastro no se hizo esperar; sus ojos se encendieron con una mezcla de ira y deseo.
—¿Eso es lo que decides ponerte? —espetó. Sin darle tiempo a reaccionar, le ordenó—: Quítate el short también.
La joven obedeció de nuevo, ahora solo cubierta por el provocativo bikini. Él la observó con una sonrisa predatoria antes de acercarse más y empezar a tocarla con firmeza, sus manos recorriendo cada centímetro de su cuerpo expuesto. A cada toque, Mila sentía una mezcla de humillación y excitación que no podía controlar.
—Dame tus nalgas —ordenó, y Mila, con la respiración entrecortada, se giró para recibir una serie de azotes que resonaron en la habitación.
Lo que siguió fue una serie de actos de sumisión y placer. Mila, llevada por una corriente de obediencia y deseo, comenzó a masturbar a su Sugardaddy, sintiendo cómo él respondía con gemidos de satisfacción. Su rostro se sonrojó cuando él guió sus manos a sus pechos, grandes y generosos, para que le hiciera una paja rusa.
Finalmente, se arrodilló ante él, sus rodillas encontrando el suelo alfombrado, y se preparó para ser tomada. En la posición de perrito, sintió las embestidas rítmicas y potentes, su cuerpo balanceándose con cada movimiento. Luego, cambió a una posición de misionero, con sus piernas bien abiertas, permitiendo que él la penetrara con fuerza y profundidad. Sus pechos se sacudían al compás de cada embestida, mientras ella gemía de placer.
El calor de sus cuerpos entrelazados llenó la habitación, y Mila, a pesar de la dominación y la intensidad, encontró un extraño placer en la sumisión. Todo sucedió con el bikini puesto, un recordatorio constante de la mezcla de control y deseo que definía su relación con el Sugardaddy.
Al final, exhaustos y satisfechos, Mila quedó tendida en la cama, su cuerpo aún vibrando con las secuelas del encuentro. Sabía que había perdido la oportunidad de ir a la playa, pero en ese momento, no importaba. Había cumplido con las expectativas de su Sugardaddy, y por ahora, eso era suficiente.